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abril 12, 2021

De vuelta al pasado

abril 12, 2021 50 Comments

 

Comienza la Cuarta Temporada del Concurso Literario El Tintero de Oro, en su XXVI Edición, correspondiente al mes de abril del presente año, homenajeando a Sherley Jackson, autora de la famosa novela de terror La Maldición de Hill House.

Espero que también os animéis a participar, para ello os incluyo los requisitos y mi propio relato.

 

REQUISITOS FORMALES:

  • Solo un relato por autor y blog. 
  • El relato debe publicarse en el blog del autor del 1 al 15 de abril de 2021 (ambos inclusive).
  • La extensión del relato no deberá superar las 900 palabras. 
  • Para participar, bastará con añadir el enlace a vuestro relato en los comentarios de la entrada que dé inicio a la convocatoria.
  • Tema: una terrorífica historia de fantasmas. 
  •  

Muchas gracias compañeros y amigos lectores, como es mi costumbre os devolveré gustosa vuestros comentarios. A continuación os invito a leer mi terrorífica historia.

 

          Un sino fatídico le apartó definitivamente del hogar familiar hasta un lugar remoto. Tuvieron que fallecer todos los miembros de la familia para que el encanto persuasivo de su mejor amiga de la infancia le animara a regresar.

     La primera visita fue al cementerio para depositar un ramo de flores sobre la lápida, aunque presintió que nunca se lo perdonaría.

     Después de acomodarse en casa de Nelsa, cenaron en un restaurante. Allí, establecieron una animada charla sobre la rumorología del vecindario. 

     —Supongo que desconoces que hay un nuevo inquilino en tu antigua vivienda familiar.

     —¿Te has tropezado con él? 

     —Varias veces, la última al salir de casa. Quizás se percató de mi presencia y me miró raro. A continuación, se transformó en un banco de niebla surgiendo del mar. Una visión perturbadora, como de alguien fuera del tiempo. 

     —¿Y luego? 

     —Se esfumó y me quedé titubeante. Todavía me pregunto si era joven o viejo, porque no llegué a darme cuenta de su cara, aunque tampoco importa, siempre calculamos la edad de forma relativa, o sin considerar el aquí y ahora del presente continuo.  

     —Hay personas que por su saludable aspecto disimulan el envejecimiento.  

    —Intuyo que él forma parte de la eternidad, por alguna extraña razón, quizás sea más evidente que en nosotros, aunque pertenezcamos también a ella, pero él se halla fuera de la ilusión temporal. 

     —Mi mente está condicionada por lo material y me cuesta asimilar semejante vivencia. 

     —Olvídalo, Rubén, quizás solo sea una estupidez mía.  

     —¿Y la casa? ¿Has observado algo inusual? 

     —Sí, permanece a oscuras cuando se escuchan las notas de un clarinete al que se une otro instrumento para marcar el ritmo; y al iluminarse las ventanas cesa la melodía. 

     Salieron del establecimiento, bajo las luces parpadeantes de las farolas, a la par que sus pasos culminaron en la fachada de la vivienda del hombre vaporoso. Él reparó en el brillo de unas manchas proyectándose sobre la acera que provenían de las ventanas. De pronto, Nelsa alargó la mano para sujetarle por el brazo. 

    —¡¿Oíste eso?! Suena un clarinete y ahora un bombo. Date cuenta, la casa permanece a oscuras...

     —¡No, no he oído nada!  

    Justo después de hablar, comenzó a oír la música socavada por los motores de los coches. La melodía reavivó infantiles recuerdos, hasta que cesó por completo y volvió la iluminación. Aguardaron un instante en frente de la vivienda, pero todo continuó invariable. Él pensó que quizás adolecían de una ingente imaginación. 

     —Mejor nos vamos a casa —murmuró rozándome la cara con sus tersos labios y aturdido me abalancé para abrazarla.

   

     A menudo, el anhelo de querer ver lo que el inconsciente desea, produce una falsa realidad y así Nelsa se instaló en una fantasía alimentada de su propio autoengaño, del cual hizo partícipe a Rubén, ya que la enigmática casa permanecía deshabitada y ninguno de los dos se había dado cuenta de ello. 

 

     No obstante, él decidió indagar más a fondo sobre los insólitos acontecimientos y su escurridizo inquilino.  

     Bajó a la calle en mitad de la noche, dirigiéndose hasta la vivienda.  

    Había recorrido unos metros cuando oyó unos golpecitos, aguzó el oído y escuchó el repiqueteo de un bastón contra el asfalto. Al voltearse no vio a nadie. Siguió andando y cuando estaba delante de la fachada se desplomó al sufrir un impacto en la nuca.  

     Al recuperar la conciencia, estaba echado en la cama. Se llevó la mano a la cabeza por el dolor y comprobó que tenía una hinchazón. Sobre la mesita de noche, inesperadamente, había un Geyperman.

 

    Con la llegada del buen tiempo vio colgado del balcón un cartel de «se alquila», lo que le animó a realizar los trámites. Finalizadas las tareas de limpieza, que supusieron un tiempo extra para erradicar el olor mugriento y pegajoso que impregnaba el interior, procedió a la mudanza de los muebles y enseres que acababa de comprar para la ocasión.  

    La suerte le asistía, pues en cierto modo se notaba satisfecho al resultar vencedor de una desleal contienda, lo que le facilitó el protagonismo que se le había negado.

    Repantingado en un amplio diván de terciopelo rojo situado frente a la chimenea de la biblioteca, repleta de leña abrasadora, presenció algo sobrecogedor cuando sin causa explícita el fuego se apagó y la oscuridad desplegó sus alas de cuervo como un lúgubre sudario, al mismo tiempo que un hedor putrefacto se adueñó del espacio. Los latidos del corazón estremecían su cabeza y una fuerte sacudida le lanzó al suelo. 

   Un escuadrón de criaturas infernales surgidas de la oscuridad hacia los rescoldos enfurecidos inició una danza macabra. No pudo reprimir un grito de espanto al observar al señor niebla emanando una luz amarilla y mortífera que ascendía hasta adoptar un colosal contorno humano: mitad bestia y mitad hombre, del que asomaba una mirada perversa, con la cabeza cornuda y rugosa que se enroscaba abominablemente a través de la chimenea. Entonces, tuvo unos segundos de lucidez para asistir a la fabulosa mutación del ser endemoniado, que no era otro que su hermano muerto, balbuceando palabras inteligibles a la vez que intentaba descuartizarle con su abyecta rabia.                              

    Espantado, suplicó que le perdonara, dado que siempre fue el blanco de sus maldades hasta que se hartó y cometió el fratricidio.

   Cerró los ojos y sintió un terrible crujido en la espalda, los brazos se estrujaban contra el suelo tratando de desaparecer con su agónico suspiro.


Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados

 


febrero 14, 2021

Viaje al averno

febrero 14, 2021 31 Comments


Queridos amigos y compañeros:

Os comparto gustosamente este relato de terror con el que he participado en la web Café Literautas, dentro del Reto de Escritura Creativa #13 - Enero, 2021 - "Palabras raras", donde es obligatorio incluir las palabras: barbián, orate y vagido (en singular o plural, y usar el género que se adapte a tu necesidad) y con temática libre, en mi caso, me he inspirado en el género de terror y ajustándome a las 750 palabras máximo.

Quisiera agradecer públicamente a los compañeros de Café Literautas que me aportaron amablemente sus interesantes observaciones, como Isabel Caballero, Pepe Espí Alcaraz e Isán, habituales contertulios de este blog, junto a otros habituales de la web.

 

Deseo que disfrutéis de la lectura y muchas gracias por vuestras atentas visitas y comentarios.
 
 

     Al abrir los ojos comprobó con estupor que se hallaba en una cama extraña. Necesitó algunos segundos para habituarse a la penumbra del cuarto. El espacio estaba bien aprovechado, en una de sus paredes colgaban varios carteles con unos eslóganes sobre protocolos sanitarios. El mobiliario era funcional y en tonos claros.
     Cuando metió las manos debajo de las sábanas se cercioró de que estaba desnudo y que un vendaje cubría la totalidad del brazo izquierdo.
    Escudriñó cada uno de los elementos que componían aquella estancia con el fin de reconocer el lugar y supo que era un centro médico. Acto seguido, dejó caer la cabeza sobre la almohada y acabó cerrando los ojos. Minutos más tarde los volvió a abrir y contempló absorto a una joven.

     —¿Qué me ha pasado? —preguntó elevando las cejas y dejando caer la mandíbula.

    —Tranquilo, estás en buenas manos. Me llamo Sara y soy tu enfermera —contestó, estirando las comisuras de los labios para formar unas arrugas debajo de los ojos, alzando los carrillos y mostrando los dientes.
     —Me encanta tu sonrisa tan barbiana.
     —¿Barbi... quéee?
     —Barbiana.
     —¿Y eso qué es?
     —Que eres muy atractiva.
     —ja, ja, ja. Y tú eres un chiflado.
     —No, soy un orate.
     —¡Qué morro tienes!
     —¡De eso nada!... pero si soy un pardillo.
     —¡Menudo chulito que estás hecho!
     —¡Claro! Me dieron una paliza al salir de la discoteca.
     —Exacto.
     —Y los cabrones salieron huyendo...
     —Me han dicho que tuviste una bronca con unos camellos. ¿Recuerdas?

     —¡Ah! Ya entiendo, iba hasta el culo de perico y aquellos matones hicieron el resto.
     —¡Ándate con cuidado que la policía te tiene fichado!
    —¡Ayúdame! Llama a este teléfono y avisa a Carlo para que venga de madrugada con la furgoneta y zafarnos de la poli.
     —Lo siento, Maurizio, no puedo arriesgarme a que me despidan.
     —Ya me las arreglaré con otros compañeros tuyos. Nos volveremos a ver, te lo prometo.

     El viento chocaba contra los contrafuertes de la ventana, estremeciendo las paredes y amortiguando el ruido del motor de la camioneta, donde Carlo escondió a Maurizio, bajo una pila de cajas de fruta, que ocultaba un doble fondo que comunicaba con el maletero repleto de bolsas de alimentos.
     El vehículo avanzaba a través de la noche, mientras la claridad de la luna actuaba de guía por la carretera solitaria. Cuando ya habían recorrido un buen trecho, Carlo frenó en seco al comprobar la repentina aparición de un autobús que les venía de frente, rodando cuesta abajo. Un fuerte volantazo esquivó al autocar que finalmente quedó empotrado contra un árbol en una zona boscosa.
    Sin pensárselo mucho, Carlo dirigió la camioneta hacia donde había quedado el vehículo accidentado, parecía como si alguien le estuviera llamando.
    Entre tanto, Maurizio había perdido la noción del tiempo desde que comenzó el viaje, su respiración era débil y le extrañó la prolongada inmovilidad sin que nadie se interesara por él. Como una rana atrapada en el fondo de la ciénaga así se le manifestó la angustia que lo iba invadiendo, creyéndose parte de un cortejo de ánimas errantes. Pronto, su instinto de supervivencia le impulsó a empujar un botón que accionaba la apertura del portaequipajes. Fuera y aprovisionado de una linterna, caminó hacia el autocar siniestrado.

    Apenas llegó al autobús lo iluminó para cerciorarse de que estaba vacío. Cogió una piedra y rompió el cristal lateral de la puerta. El interior le reveló una lóbrega visión: asientos abatidos con cinturones destrozados; cables eléctricos arrancados y produciendo chispazos... Aunque lo más impactante fue escuchar unos inexplicables vagidos, como el preámbulo de una tragedia dispuesta a resquebrajar el silencio. Ajeno a las pruebas que el vehículo siniestrado le mostraba, deambuló por el pasillo con una actitud de autómata que le hizo limpiar un par de asientos para disponerse a pasar el resto de la noche.
    Misteriosamente notó un impacto en la cabeza seguido de un estruendo. Sin justificación alguna, el motor se había puesto en marcha o tal vez esa fuera la última sensación en que recabó, antes de incorporarse al cortejo de ánimas que él mismo contemplaba: siluetas de viajeros desmembrados formando una lúgubre nebulosa tratando de aprehenderle como en una telaraña.


Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados 

 

abril 18, 2020

Posesión diabólica

abril 18, 2020 43 Comments
Queridos amigos y compañeros:
Dedico esta publicación a todos nuestros héroes anónimos que en primera línea de fuego están exponiendo diariamente sus vidas para que el resto podamos sobrevivir y poder salir de este difícil situación que nos ha tocado vivir. Me refiero al personal sanitario, unidades de emergencia, farmacéuticos, policías, basureros, taxistas, voluntarios de cruz roja y cáritas, empleados de supermercados, transportistas, bomberos, unidad militar de emergencia, personal de correos, repartidores, conductores de metro y autobuses y a quienes me haya olvidado de mencionar.
¡Brindo por un mundo más justo y más humano, consciente y considerado con el sufrimiento ajeno!
Me gustaría añadir mi apoyo a todos los compañeros, amigos y familiares que lo estáis pasando mal. ¡Mucho ánimo, que saldremos de esta!

Pasando a otro asunto, os comento que vuelvo a concursar en la XVI EDICIÓN Y TERCERA TEMPORADA DEL TINTERO DE ORO (ABRIL 2020): EL EXORCISTA de William Peter Blatty, con un original relato que cumple los dos primeros requisitos del concurso y tiene una extensión de 896 palabras.
  • Escribir una historia de Terror sobrenatural: Posesiones, fantasmas, sucesos paranormales... 
  • Un relato en el que se mencione con sentido la novela El exorcista o al autor William Peter Blatyy. 
  • Un relato en el que la acción transcurra en un cine mientras proyectan El exorcista.
  • Extensión máxima de 900 palabras. 
Deseo que la lectura os resulte estimulante. Bueno ya me contaréis vuestras impresiones y sugerencias al respecto.
Muchas gracias a todos.

        Apurando con avidez la última calada del cigarrillo, leía con fruición la novela de William Peter Blatty, El exorcista, que le había regalado una amiga vidente, con la que mantenía una incipiente amistad. 
     La delgadez extrema de sus dedos le facilitaba pasar las páginas con más rapidez... Inesperadamente creyó notar la presencia de alguien detrás de su espalda. Un estremecimiento le recorrió todo el cuerpo, temía encontrarse con un ente extraño si giraba el cuello. Instintivamente dejó caer el libro, como si una voz le ordenase que se deshiciera de la lectura. 
       Sus párpados le pesaban, por lo que se vio envuelta en un estado de somnolencia. Ante su extrañeza visualizó la imagen de sus padres el día de su nacimiento. 
       —¡Está maldita! ¡Llévatela, Octavio! Nos traerá la desgracia —bramaba santiguándose, corroída por la inquina.
        —Tranquilízate, es una niña muy guapa —alardeó el padre.
      El hecho de ser la causa de semejante oprobio, contribuyó a hacerla sentirse culpable e incapaz de vencer el rencor hacia su propia madre, lo que la obligó a recurrir a terapias de choque y tratamientos psiquiátricos tras su fracasado intento de suicidio.

       Su compañero se percató de su incapacidad para sobreponerse al estado de ansiedad que le producía aquel sueño recurrente, incrustado como un hongo infecto y dispuesto a destruirle las neuronas.
      —¿Cómo estás? —Guido intentó despertarla con sumo cuidado, mientras le acariciaba las mejillas un tanto sonrosadas. 
        —He vuelto a tener ese maldito sueño donde mi madre me repudia. Pienso que la medicación ya no me hace efecto y tengo miedo de no poder escapar de esa pesadilla. 
         —¡Tranquila, mi amor! Para mí, siempre serás preciosa. ¡Olvídalo, no te obsesiones! 
        —Pero ya sabes que mi madre antes de exhalar su último aliento juró que se vengaría de mí, más allá de la muerte y no dejan de pasarme cosas extrañas desde que falleció. 
       —Bueno, no te empeñes en recordarlo. Tu psiquiatra te ha aconsejado que la apartes de tu mente si quieres recuperarte. 
       —¡No puedo y tú lo sabes bien! 
      —Consultaré a tu neurólogo para internarte en su clínica y que te dé el tratamiento más adecuado al estado mental en el que te encuentras.

     Pasada una semana, Guido y Marilia viajaron hasta la clínica más acreditada en Europa, regentada por el famoso neurocirujano doctor Goodmind
     El equipo de médicos dirigido por el reconocido cirujano sometió a la paciente a una complicada intervención en su corteza cerebral, con el propósito de librarla de continuos ataques de epilepsia y alucinaciones que últimamente se habían ido agravando. 
       Finalizado el periodo del postoperatorio, fue dada de alta y regresaron de nuevo a su residencia.

       Coral y Willy les recibieron con toda su parsimonia y atenciones, llevándoles el equipaje hasta el dormitorio y preparándoles la cena. 
    La pareja paladeaba el fino néctar de un Château Margaux, cosecha del 55, cuando inesperadamente la botella se elevó en el aire para estrellarse en el rostro de Guido, cubriéndole la frente de hilos de sangre que se le deslizaban por los ojos hasta las mejillas. 

       En mitad de la noche unos gritos de ultratumba provenientes del piso de arriba, despertaron a los criados, que subieron las escaleras hasta el rellano superior. 
      Vencido por el agotamiento, en su intento por vigilar el descanso de su amada, Guido cayó en un profundo sueño.
      Marilia estaba de pie sobre la cama vomitando algo espeso y repugnante. Tenía los ojos en blanco y se había desnudado completamente. Coral se acercó para asearla y cambiarle el camisón. 
      —¡Señora, échese en la cama! Voy a llamar al doctor. —La temperatura en la habitación bajó de repente impregnándose de un pútrido olor. 
      —¡Puta, sal de aquí ahora mismo o acabaré contigo! ¡¿A qué esperas, gilipollas de mierda?! ¡Zorra embustera que mataste a tu propio hijo! Vete y ten cuidado al cruzar, porque te aplastará un coche si se te ocurre ir a la policía.
      Los cajones de la cómoda salieron disparados; una plaga de cucarachas apareció de la nada, persiguiendo a la sirvienta que huyó despavorida escaleras abajo. 
      Con el ruido, Guido se despertó sobresaltado, tardando unos instantes en darse cuenta de lo ocurrido. Al momento de acercarse a ella, advirtió que su cuerpo no respondía y una fuerza inaudita lo empujaba contra la pared. Completamente aterrorizado, bajó hasta el primer piso para llamar al padre Muniago, con el que mantenía una férrea amistad. 

       Seis alaridos atronaron la mansión cuando el exorcista atravesó el umbral, sacando un crucifijo, al verla surgir de la nada y con el rostro de su anciana madre, recitando unos versos satánicos de Carducci

       ¡Salud, oh, Satanás, o rebelión, 
       Oh, fuerza vengadora de la Razón, 
       El incienso y los votos son sagrados 
       ¡Has vencido al Jehová de los sacerdotes! 

      Alzó la mano e hizo tres veces la señal de la cruz, sobre la lívida frente de aquel maligno espíritu. Quitó el tapón del frasco de agua bendita, rociándola con el hisopo. La entidad diabólica se puso furiosa y dio un salto hacia delante, arrancándole de cuajo el lóbulo de la oreja. 
     —¡Suéltame, bestia inmunda! —le suplicó el sacerdote apenas sin voz, mientras intentaba zafarse inútilmente de sus manos, cuyos dedos se le clavaban en el cuello, como dos garras, hasta morir estrangulado. 
     —¡Dios Todopoderoso, sálvala del maligno! —deprecó Guido en su desesperación, temblándole los labios y añadió—: Y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron...

Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados


abril 04, 2020

El hotel Arcano

abril 04, 2020 40 Comments
Queridos amigos y fieles seguidores:
De entrada quiero manifestaros mi solidaridad y apoyo en estas circunstancias tan delicadas que atravesamos. Deseo también que no bajéis la guardia ni el ánimo para superar esta cruda realidad, que nos trae de cabeza a todos y como ya os comentaba en mi anterior entrada, confío en que la humanidad tome consciencia de la responsabilidad en evitar los contagios y que esta experiencia nos sirva para reforzar la unidad de las personas para crear otro mundo más solidario y que tenga en cuenta las carencias y valores humanos.
Intentemos unirnos todos para superar esta pesadilla en la que estamos sumidos desde hace tres semanas y tratemos de mentalizarnos siempre en positivo.

Confieso que todo este asunto ha cambiado también mis rutinas. No me encuentro del todo relajada como para abarcar la lectura de vuestros blogs y por otro lado no me gusta comentar sin saber lo que habéis escrito, por lo que os dejo a vuestra elección comentar en mi blog o dejarlo para más adelante, cuando todo vuelva a la normalidad.
De modo que para seguir dando vida a mi blog, he pensado que os vuelvo a compartir un nuevo relato y sois libres de comentar o no. 
Lamento mucho no encontrarme lúcida para seguir comentando en vuestros interesantes blogs.

Bueno, no quiero abusar de vuestra paciencia y paso a comentaros que mi relato participó en la convocatoria del Reto de Escritura Creativa #5: Marzo 2020 - Letra M, con una extensión máxima de 750 palabras y esta vez con las palabras obligatorias: manos, masa y mujeres. Siendo válido escribirlas tanto en singular como en plural.
El reto opcional, que como bien indica su nombre, se puede aceptar o no. Para este mes, hay que incluir dentro de la escena este orientado en UNO de estos dos géneros: Misterio  o  Melodrama.
Mi opción se ha declinado por incluir el género de Misterio dentro de la escena.
Y sin más preámbulos, os invito a su lectura.

Muchas gracias a los compañeros de «Café Literautas», especialmente a Isabel Caballero, Pepe Espí Alcaraz e Isan, que me ayudaron mucho a mejorarlo.

      Cada año, un grupo de amigos se reunía en un hotel enclavado en una zona montañosa, junto a una importante estación de esquí, dotada de inmejorables pistas con remontes de última generación.
    Esta vez, los tres amigos se encontraron con un inesperado revés del destino: una avalancha de turistas fue la culpable de tomar al asalto aquel hotel, por lo que faltaban plazas para acomodarles. Dicha eventualidad acabó por conducirles hasta otro establecimiento próximo.
      Las duras condiciones ambientales que rodearon la jornada de búsqueda fue el principal motivo para hospedarse en un sórdido hotel, cuya fachada presentaba un estado deplorable de conservación, con numerosas grietas y manchas de verdín. La entrada exhibía un cartel que debió ser luminoso en el pasado y donde aún podía leerse "Hostal Arcano". Era evidente que no reunía las condiciones idóneas para su descanso, pero la rápida incursión del atardecer en la espesura del horizonte terminó convenciéndoles, ya que era el único lugar con suficientes habitaciones libres para acomodar al grupo durante toda la semana.

      La primera noche no pudieron dormir tranquilos. Unos incesantes ruidos de pisadas, de estallidos de corchos de botellas de champán propulsados como ligeras balas contra las paredes, de notas e instrumentos musicales recorriendo de madrugada los pasillos, fueron lo bastante molestos como para impedirles conciliar el sueño. Al día siguiente acudieron al mostrador de recepción para hablar con el responsable, al que le expusieron sus quejas.
    —Dénos una explicación o le pediremos el libro de reclamaciones. ¿Cómo justifica semejante escándalo a esas altas horas de la madrugada, cuándo se supone que los clientes debemos descansar?
     —Discúlpenme señores, pero están en un error, el hotel permaneció silencioso toda la noche. —Les intentó tranquilizar el jefe de aspecto huraño, tez pálida y voz enigmática.

      Transcurrieron varias horas y algo extraño en el entorno les puso en alerta, sospechando que no todo transcurría con normalidad tal y como les atestiguó el encargado de manos huesudas; el resto de empleados no los perdían de vista murmurando extraños sonidos que más parecían conjuros. Sus pérfidas miradas les taladraban el alma, aunque decidieron ignorarlos y seguir con sus prácticas deportivas.

      La segunda noche se repitió idéntica algarabía, incorporándose otros sonidos de carácter alarmante como portazos y algún disparo. Entonces escucharon un grito de mujer que en un primer momento los dejó paralizados. Después, Samu decidió salir para pedir explicaciones al recepcionista. En el camino se fijó en un pasillo lateral que daba a una escalera. Desde allí se escuchaba con claridad el jolgorio, por lo que se encaminó con paso cauteloso subiendo los peldaños. Sus ojos desorbitados miraban en todas direcciones. Un golpe seco en la espalda le hizo rodar escalera abajo hasta caer desnucado.
      

      A la mañana siguiente los dos amigos de Samuel se presentaron en recepción exigiendo hablar de nuevo con el jefe. Este les volvió a asegurar que no tenía constancia de ningún incidente a lo largo de la pasada noche y que lo más probable es que su amigo se hubiera ausentado del hotel. Aquella excusa no les convenció por lo que optaron por investigar por su cuenta durante la próxima noche.
     —Manu, antes de salir de la habitación, llévate los bastones de esquí. No hagas tonterías y cúbreme la espalda.
     —De acuerdo, Quique, iré detrás de ti. Toma esta linterna por si acaso, yo llevo otra en el bolsillo.
     —Ponte calzado deportivo para no hacer ruído y no te olvides de la sudadera con capucha.
     —¡Date prisa! Ya han dejado las luces de emergencia. ¿Has escuchado esos gritos?... Tenemos que ser cautos y muy silenciosos ¡Recuérdalo!
      Pisando de puntillas se dirigieron al pasillo lateral del ala del edificio, justo hasta el mismo lugar donde la noche anterior, el amigo desaparecido había recibido aquel contundente puñetazo en la espalda.
     —¡Cuidado, Manu! —balbuceó titubeante Quique—. En un intento de avisarle de la presencia de una sombra cerca del descansillo de la escalera.
     Al girarse, Manu se dio cuenta de que estaba solo. Todo parecía haberse quedado en silencio. Únicamente se fijó en unas pisadas que conducían hasta las cocinas. Dichas huellas presentaban restos de una pegajosa masa de hojaldre.
    —¡De nada sirve que me claves la punta de tus bastones! Te estábamos esperando. Tus amigos estaban deliciosos y tú serás el postre —afirmó en una voz gangosa una espeluznante presencia con el rostro desfigurado y colgándole los globos oculares por las mejillas...
     Manu trató de huir corriendo a toda velocidad hasta la salida, pero todas las puertas y ventanas estaban cerradas herméticamente y una fila de clientes se fue abalanzando para devorarlo. 

Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados

   

octubre 27, 2017

La agonía del condenado

octubre 27, 2017 63 Comments
Olivier de Sagazan ("Tranfiguration" - de su serie performativa)
Posiblemente te parezca un loco o una mente que deshilacha pedazos de razones, estirando de esos finísimos hilos invisibles hasta la saciedad, hasta converger en un oscuro corredor por donde la muerte va y viene, con la misma expresión afilada de acero incombustible y me grita: ¡El siguiente! Más, permanezco ausente y no la contesto. Mi hierático talante me protege de tantos inexpresivos rostros ordenando una nueva ejecución, pero conozco al general y no voy a ceder un palmo de este tablero donde se juega la partida, aunque las espadas se mantengan en alto y me recuerdes que ya no hay tiempo que pueda variar los eslabones del destino.

Veo pasar instantáneas ráfagas, realidades fragmentadas de mi vida, donde distingo como fue mi infancia y de que forma crecí, con esa arrogancia de los niños adultos, con ese desdén frunciendo el ceño y mirando cual águila rapaz, al resto de los posibles candidatos a mis obsesivos juegos de soldados romanos contra guerreros vikingos, siempre cortándolos la cabeza, porque ya entonces intuía que la mía no iba del todo bien, de eso ya se encargó mi padre, cuando lo vi en las pocilgas asestándoles palizas a los infelices lechones recién nacidos, esos eran precisamente sus favoritos, para levantarlos al vuelo y lanzarlos contra las rugosas paredes de adobe donde rebotaban y caían heridos al suelo. Luego cuidando los detalles, inspeccionaba la "pieza" como un experto cirujano, para finalmente sacar su navaja afilada del bolsillo y rematarlos con saña, hundiendo aquel afilado instrumento en su delicado cuerpecito, como quien corta un fino pastel, para relamerse de gusto y sentir el placer de las hormonas inundándole las órbitas de los ojos, que le centelleaban como un poseso.

¡Cuántas noches me levantaba de la cama escuchando los gruñidos y estertores de aquellas inocentes criaturas! ¡Cuántas veces mi padre me cogió por las orejas y me llamó cobarde! ¡Cuántos castigos recibí con la espalda cosida a latigazos! ¡Cuántos gritos de mi madre suplicándole que me dejase tranquilo, que sólo era un niño! ¡Cuántas palizas recibía mi madre cada vez que yo no cumplía las órdenes de mi padre! ¡Cuántos, cuantos....cuántos un día y otro también! Sería imposible de enumerarlos, porque mi padre no atendía a razones de ningún tipo y eso mismo heredé yo por desgracia. Como un virus contaminado de odio y venganza, que nunca me abandonó hasta aquel otoño cuando tu débil mirada me heló la sangre y paralizado no supe conjurar mi maleficio, para extinguir aquella hiel que me habían inoculado.

Me llegaban murmullos de la gente hablando, apenas audibles, apenas rozándoles la superficie de los labios, temerosos de emitir juicios imprudentes. Corrillos de avestruces pusilánimes, repartidas entre templos de buitres y nubes de hojalata oxidada por el miedo. Mientras tanto, presentía tu mirada con aquella piedad de las doncellas vírgenes, cuando aguardan en el lecho nupcial su crucial misión de entrega total de sus dones más íntimos. Sin embargo, mis ojos vidriosos permanecían ausentes, desdeñosos y clavados en un ángulo de noventa grados a la sombra gélida del precipicio de mi locura.

Aunque las neuronas se descolgasen por los oscuros andamios de mis lúgubres pensamientos, supe que la firme mano del tribunal superior de los desterrados a ese mundo de las almas perdidas, ya me había sentenciado y solo era una triste sombra entre las sombras del cautiverio en el que mi alma se hallaba condenada, mientras mi cuerpo se debatía en agonía sofocante.

Casi al término de exhalar mi último aliento distingo tu luz, señalándome con tu mirada angelical sin mediar palabra alguna, la habitación azul donde tantas noches danzamos cabalgando entre gemidos y sábanas de lino perfumadas de jazmín... ¡Oh! ¡Siempre me pareciste la diosa del deseo! Fuiste mi redentora de soledades y castigos, de pecados inconfesables que poco a poco me llevaron a esta locura y ahora te vuelvo a encontrar para redimir mi culpa y salvarme de nuevo... ¡Acércate y ten piedad de este ladrón que también te robó la inocencia y tu favor más preciado... tu vida...!

Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados